La importancia de los sentimientos
Comprender la realidad y la importancia de nuestros sentimientos es algo que debería ser inherente a cualquier vínculo de pareja, pero no siempre es así. En esta nota le contamos cómo lograr que en la relación de dos, ninguno deje de lado sus propias emociones, se haga responsable por ellas y aprenda a aceptarlas.
Las discusiones de pareja suelen ser uno de los puntos más comunes de consulta en las terapias psicológicas: parece que pelearse con la persona amada puede ser mucho más complicado y grave de lo que uno sospecha. Ahora bien, ¿es posible discutir e intercambiar opiniones sin llegar a la instancia de las peleas, o incluso las rupturas? La respuesta es clara y rotunda: sí, es posible. Si nos proponemos priorizar el amor y respetar los sentimientos por encima de las diferencias, si nos concentramos en todo lo que une en vez de hacer hincapié en lo que divide, veremos que discutir sin pelearse es posible
Emociones
En lo más profundo, una parte de nosotros realmente quiere creer que "toda persona razonable se siente —ante un mismo hecho- igual que nosotros". Creemos que hay una relación de control entre nuestras emociones y los hechos que ocurren afuera. La resolución correcta de nuestros conflictos depende de nuestra comprensión de por qué esto no es así, de por qué los hechos externos no controlan nuestra experiencia.
Creemos que nuestras emociones son causadas por factores que se encuentran fuera de nosotros; un ascenso que nos hace felices, una pelea que nos hizo poner tristes, problemas de dinero que nos tienen mal, etc. Pero la creencia de que los sentimientos son "causados" por hechos externos no es una verdad total y absoluta, es sólo una pieza del rompecabezas: en realidad, las emociones son creadas por los significados que le atribuimos a esos hechos, y cada uno decide qué significado asignarle a un determinado suceso.
¿Cómo se relaciona esto con las discusiones de pareja? Muchas veces, uno de los miembros cree que su visión de un determinado hecho es la correcta, la única posible y la verdadera. Entonces acusa al otro, creyéndolo equivocado. Lo que no comprende es que —en realidad- esa visión está dada por las características de cada uno, y puede modificarse según el momento, el estado de ánimo, etc. Por eso es muy común que, frente a un mismo suceso, el hombre y la mujer tengan visiones diametralmente opuestas: porque la interpretación no viene con el hecho en sí, sino que la construye cada ser humano según su personalidad, su forma de ser, etc.
La importancia de los sentimientos en las relaciones de pareja
La clave para poder discutir sin llegar a pelear es aprender a respetar la visión del otro, entender que un mismo factor puede despertar emociones muy encontradas en cada miembro de la pareja, pero que no existe una interpretación acertada y otra fallida. ¿Cuántas veces, frente a una discusión, uno interpreta una cosa y el otro entiende exactamente lo contrario? Esto sucede porque somos individuos únicos, con una visión personal de la vida. El secreto es acercar esas visiones, fundirlas en una en común o aceptarlas por separado, pero sin que una anule a la otra.
Tus reglas, mis reglas
Cada persona posee todo un universo interno, con reglas únicas acerca de lo que significa la vida. A menudo estas reglas son muy complejas, porque ese mundo interno se crea sobre la base de las experiencias únicas acumuladas a lo largo de años. Las reglas de uno tienen sentido para uno, las normas de otro son válidas para él: las emociones son individuales. Contrariamente a lo que muchas veces pensamos, los conflictos no se resuelven cambiando la realidad del otro; más bien la solución comienza cuando somos capaces de reconocer y aceptar la realidad del otro.
¿Alguna vez, en medio de una discusión o pelea, escuchó que le dijeran "estoy perdiendo el tiempo hablando con vos, porque al final de cuentas siempre sos irracional"? la presunción es que hay un modo correcto de sentir, y que quien hace ese comentario sabe cuál es exactamente ese modo de sentir y actuar. Pero cuando finalmente aceptamos que cada uno de nosotros tiene una realidad interna autónoma, podremos comenzar a ver que es inútil tratar de que la otra persona actúe de manera racional a nuestras reglas. Y en el plano emocional, no hay dos personas que tengan exactamente las mismas reglas.
Una de las dificultades más frecuentes para la resolución de conflictos es la tendencia a considerar a las personas que no están de acuerdo con nosotros como incapaces de resolver problemas. Intentamos hacer pasar esas diferencias como prueba de que las facultades racionales del otro son realmente deficientes. En el proceso, disminuimos al otro y lo dejamos fuera de cualquier negociación para resolver el conflicto.
A veces parece mentira, pero estas barreras pueden afectar seriamente nuestras relaciones de pareja; cuando insistimos en que las emociones son "racionales", en realidad le estamos pidiendo al otro que haga que sus sentimientos se ajusten a nuestras propias reglas. Y para ajustarse a las reglas de otro, hay que negar la propia experiencia.
Y este es precisamente uno de los puntos más graves: negar el derecho de una persona a su propia experiencia emocional crea obstáculos y condena todo intento de solución a los problemas. Por eso nunca se le debe pedir al otro que niegue su propia experiencia; hacerlo es empeorar el conflicto y alimentar un resentimiento oculto y enfermizo.
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